Hipoteca vs alquiler: 15 claves para saber qué te conviene más

Los precios de los alquileres parecen dispararse mes tras mes mientras que los tipos de las hipotecas no dejan de subir, ante esa situación, ¿es más conveniente vivir arrendado o adquirir una vivienda en propiedad?

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Lazarse a comprar una vivienda puede ser una de las decisiones más importantes en la vida de cualquier persona; y también una de las más arriesgadas. Por ello precisamente, es un paso que se suele demorar y valorar con calma. Esta situación puede llevar a una familia a acumular alquileres sucesivos, con los gastos e inconvenientes que toda mudanza suele traer aparejados. Es por ello por lo que, antes de buscar un nuevo piso de alquiler, siempre conviene analizar la realidad familiar y plantearse si no sería más sensato adquirir, definitivamente, un inmueble en propiedad. A continuación indicamos los 15 factores esenciales que habría que sopesar para poder responder a esa pregunta.

Ahorros

Aunque es cierto que para irse a vivir de alquiler es necesario hacer un desembolso inicial (hay que pagar la fianza, puede que haya que abonar un depósito, gestionar los posibles gastos de la inmobiliaria e ingresar la primera mensualidad), este será siempre muy inferior a la cantidad de dinero que hay que depositar en un banco para que nos sea concedido un crédito hipotecario. Por tanto, este es el primer factor a estudiar; si los ahorros acumulados son reducidos, adquirir una vivienda quedará automáticamente descartado.

Ingresos

Del mismo modo, para que una hipoteca sea concedida, el banco tiene que tener certeza sobre los ingresos del solicitante, de lo contrario, se convertiría en una operación de riesgo y quedaría descartada totalmente. Tener un contrato fijo con un salario medio/alto será requisito indispensable para poder optar a la compra de una vivienda. Y, sí, evidentemente, para encontrar una vivienda en alquiler también será necesario garantizar que los ingresos mensuales son suficientes, pero, obviamente, los estándares mínimos serán sensiblemente inferiores.

Estabilidad laboral

Si la persona que se está planteando adquirir una vivienda no cuenta con un contrato estable, quizá no sea conveniente que se aventure en un compromiso con un pago bancario que, como poco, durará unas cuantas décadas. Ya no sólo porque, de no ser fijo, la eventualidad de su trabajo pueda llevarle a pasar por épocas en las que no pueda afrontar los pagos, sino, sobre todo, porque con el cambiante mercado laboral en que vivimos, tampoco existe la certeza de que los trabajos futuros que una persona pueda encontrar se sitúen, todos, en la misma ciudad. Caso distinto es, por ejemplo, el de funcionarios titulares de plazas fijas que se planteen adquirir una vivienda habida cuenta de que su destino será definitivo hasta la jubilación.

Situación afectiva

Quizá este sea uno de los factores más importantes a analizar. Comprar una vivienda suele ser una decisión definitiva en la vida de una persona, tanto como lo puede ser contraer matrimonio. Tanto es así que tradicionalmente ambos pasos iban de la mano. Hoy en día esta situación ya no se da con tanta frecuencia como en épocas pasadas, pero sigue siendo habitual. Lo que desde luego parece más atrevido es adquirir un piso siendo una persona soltera; y lo es porque, por un lado, no existen garantías de dejar de serlo en un futuro y que, dado el caso, el pequeño piso de soltero sea excesivamente reducido para la convivencia. Por otro lado, siendo una sola persona, afrontar los costes de adquisición de una propiedad es mucho más complejo.

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Tampoco hemos de olvidar la nunca deseable pero siempre posible situación de ruptura. En este caso tener una vivienda en propiedad hará el trámite más difícil y, seguramente, habrán de mediar abogados. En el caso del arrendamiento, aunque también es posible que haya que recurrir al arbitrio de un juez para que decida qué pasa con la vivienda en caso de divorcio o separación, la resolución será más sencilla en inmediata.

Hijos

Si decíamos que casarse o adquirir un inmueble en propiedad son decisiones trascendentales para cualquier hombre o mujer, desde luego, tener uno o varios hijos no lo es menos. Para una familia con descendencia las mudanzas suelen ser aún menos deseables que para aquellas parejas que aún no han sido padres. El hecho de buscar la estabilidad de los pequeños pasa a ser una prioridad, pues los cambios de residencia a veces suponen, también, acudir a nuevos institutos o alejarse de amistades consolidadas.

Por otro lado, no es infrecuente que la duda sobre adquirir una vivienda surja, precisamente, a la llegada del primer hijo, cuando se constata que la vivienda es muy insuficiente para asumir la nueva realidad familiar.

Estilo de vida e ideología

Valorar el tipo de vida que se tiene y al que se aspira es necesario para decidir si se quiere comprar un piso o casa. Personas con naturaleza errante, muy activas y poco sedentarias, normalmente concebirán la casa de forma utilitaria y pragmática; como un lugar al que ir a descansar y en que almacenar pertenencias. En este sentido, muy seguramente serán reacios a invertir una gran cantidad de dinero en un bien inmobiliario. Lo mismo ocurrirá con aquellas personas que, por sus convicciones ideológicas, encuentren conflictivo poseer una vivienda propia.

Seguridad

Este, sin duda, es uno de los aspectos que toda persona con vivienda propia valora. Residir de alquiler tiene muchos puntos positivos, pero todo inquilino vive con la duda posible de que su arrendador decida no renovar el contrato o subirle la mensualidad. Es normal, de hecho, que tras una mala experiencia como arrendatario, la persona se marque como objetivo la adquisición de una propiedad que sienta como suya y de la que tenga la certeza de que no se tendrá que ir si no es por voluntad propia.

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Gastos

En relación con el punto anterior, vivir en propiedad, aun tras el abono periódico del cargo de la hipoteca, no excluye el hecho de que existan más gastos asociados. El IBI, por ejemplo, es un importe recurrente anualmente que todo propietario ha de asumir y del que los inquilinos quedan, en principio, exentos.

Uso de la vivienda

El propietario de una vivienda puede decidir llevar en ella las prácticas que crea oportunas siempre que no contravengan la legislación vigente. Un arrendatario, no. Si, por ejemplo, quiere fumar en su piso de alquiler y el arrendador no está de acuerdo, el inquilino no podrá hacerlo. Lo mismo ocurre con el caso de que quiera subarrendar alguna habitación: mientras que el propietario puede hacerlo libremente, la persona arrendataria debe tener la autorización expresa del dueño del inmueble.

Personalización y/o reformas

Toda persona que haya vivido de alquiler habrá experimentado la extraña sensación de sentirse en casa y, a la vez, habitando la vivienda de otra persona cuando se ha planteado, por ejemplo, cambiar el color de una habitación, colgar estanterías en las paredes o, incluso, ha fantaseado con tirar algún tabique para tener una estancia más amplia. Las obras que un inquilino puede hacer en una vivienda son limitadas y siempre están condicionadas a la autorización del propietario; lo mismo ocurre con el mobiliario, en el caso de que el piso o la casa lo incluya. Así pues, si quien se plantea comprar una vivienda es alguien que necesita personalizarla, seguramente deba descartar completamente el alquiler.

Inversión

«Vivir de alquiler es tirar el dinero porque, al final, estás pagando un dinero que podrías usar en la hipoteca». Frases como esa son habituales entre los que se animan a dar el paso adquiriendo un piso en propiedad. Es cierto que, con frecuencia, los importes abonados en las liquidaciones mensuales de la hipoteca y en las rentas pagadas a los propietarios suelen ser similares para inmuebles de características similares (conviene consultar, en este sentido, cuáles son las ciudades con los alquileres más caros). Y también es cierto que adquirir en vivienda da siempre la posibilidad de reconvertir el inmueble en foco de ingresos (para cubrir, al menos, la hipoteca) si se pone en alquiler permanente o turístico. O, incluso, mirando a largo plazo, como bien que podría venderse en un futuro o legar a los herederos al fallecer el propietario.

No obstante, es necesario recordar que existe el término medio: el alquiler con opción a compra. Este tipo de arrendamiento permite al inquilino vivir de alquiler durante un tiempo para, cumplido este, decidir si quiere adquirir el inmueble definitivamente o no. Y, en esa misma línea, también conviene tener en cuenta el derecho de tanteo que todo arrendatario tiene en el caso de que su arrendador decida vender el inmueble en el tiempo de vigencia del contrato.

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Estado del mercado de alquiler

El mercado inmobiliario de alquiler es cambiante. Hay fluctuaciones importantes que hacen que los alquileres, cada cierto tiempo, se disparen o, por contra, bajen ligeramente. Si la finalización de un arrendamiento coincide con un momento en que los alquileres están al alza, quizá convenga plantearse que es el momento idóneo para adquirir un inmueble. Hay que tener en cuenta, además, que cuando los alquileres suben de precio, la repercusión en el bolsillo del nuevo arrendatario se triplica: a la primera mensualidad se suman la fianza y los gastos de inmobiliaria.

Hipoteca

Del mismo modo, los tipos de interés de las hipotecas no son ajenos a fluctuaciones. En épocas de recesión económica tienden a elevarse, lo cual hace que un propietario con tipo variable vea como la letra de su hipoteca sube dramáticamente. Así pues, en función del momento en que se encuentren las hipotecas y lo proclives que sean los bancos a ofrecerlas, quizá haya que descartar la compra en favor de un tiempo más en arrendamiento.

Zona de la ciudad o municipio

Hay determinados barrios de las ciudades que, por su topografía, por su dotación de equipamientos o por su nivel de ruidos son adecuados para pasar algunos años en la vida de una persona, pero que se hacen difíciles de residir pensando en el largo plazo. Sobre todo al mudarse a una ciudad nueva, conviene que todo recién llegado viva un tiempo de alquiler, que conozca el barrio y el resto de municipio y que, una vez empapado del ambiente y las formas de las calles de la ciudad, decida si es inteligente comprar o no y dónde.

Edad

En la línea del punto anterior, esos barrios de difícil acceso (con cuestas empinadas o a los que es difícil acceder en coche, por ejemplo) son muy vivibles cuando se es joven y se tiene buena salud. Pensar con mentalidad de persona de 30 años en adquirir una vivienda en estas barriadas sin tener en cuenta que, antes o después, se llegará a una vejez de movimientos más reducidos y pesados, sería un poco inocente. Del mismo modo, hasta que no se alcanza una determinada edad y se tiene una vida (laboral y personal) más o menos encauzada, parece poco aconsejable adquirir una propiedad inmobiliaria; son precisamente esos años donde más intuitivo parece vivir de alquiler.

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