La morosidad, junto con la garantía de que el inmueble se conservará en buen estado, es, con diferencia, la mayor preocupación de los propietarios. Así, muchos solicitan avales y garantías extras, como el depósito, para tener la certeza de que, mes a mes, recibirán el importe estipulado en el acuerdo de arrendamiento. Sin embargo, existen alternativas, como el contrato solidario o mancomunado que otorgan la misma seguridad a los caseros y que, además, posibilitan a personas con escasos recursos acceder a viviendas de mayor importe y calidad.
Qué es un contrato solidario
Un contrato de alquiler solidario, también conocido como contrato mancomunado, es una modalidad de arrendamiento en la que dos o más personas se comprometen a cumplir con las obligaciones financieras y legales acordadas con la propiedad (y que siempre deberán ser acordes a lo establecido en la Ley de Arrendamientos Urbanos). En otras palabras, todos los inquilinos firman el contrato juntos y se vuelven solidariamente responsables de pagar el alquiler y cumplir con todas las cláusulas del contrato. Esto significa que si uno de los inquilinos no cumple con sus obligaciones, los otros inquilinos están legalmente obligados a cubrir esa parte.
Por ejemplo, en el caso del pago de la renta, si tres son las personas que se mancomunan a un único contrato solidario y una de ellas deja de abonar su parte del arrendamiento, serán las otras dos las que se vean obligadas a cubrir el montante restante del alquiler del mes. De no hacerlo, ellos también estarían incurriendo en una falta contractual y, por lo tanto, podrían verse obligadas a enfrentar la represalias legales que el arrendador decidiera ejercer.
Por lo general este tipo de contrato es común en situaciones donde varias personas comparten un espacio de alquiler, como estudiantes que conviven en un apartamento o amigos que deciden vivir juntos. Sin embargo, también puede ser utilizado en determinadas situaciones familiares, como un contrato de alquiler entre padres e hijos o parejas que quieren llevar sus cuentas de forma independiente y deciden que este tipo de acuerdo es el que más se ajusta a su realidad.
En qué se diferencia un contrato solidario de un contrato convencional
Lo puntos en los que se diferencia un alquiler convencional de uno sujeto a un contrato mancomunado se detallan a continuación.
Responsabilidad compartida
Lo habitual, en un contrato convencional, es que sólo una de las personas aparezca como titular del mismo. De esta forma, en el caso de que uno de los residentes no haga frente a sus responsabilidades, no habrá manera legal de reclamar los pagos. De hecho, la persona que aparezca como arrendatario único, será la que judicialmente podrá ser requerida por el propietario para satisfacer las deudas, aunque la parte que falte por abonar se corresponda con la de otro de los inquilinos. En un contrato mancomunado, serían todos los integrantes los que responderían ante esta deuda.
Por otro lado, en el caso de que en el arrendamiento se hayan incluido, uno a uno, todos los habitantes de la vivienda, si uno de ellos deja de abonar la parte que le corresponde, el resto no deberán preocuparse por posibles reclamaciones, ya que el propietario tendrá que lidiar esta deuda exclusivamente con él. Una vez más, en un contrato solidario, el resto de habitantes tendrían que satisfacer el impago, pues estarían obligados legalmente.
Beneficios de la solidaridad
En un contrato mancomunado el principio de solidaridad rige todas las posibles circunstancias o imprevistos que puedan surgir. Mientras que en un contrato convencional cada integrante es responsable exclusivo de sus deudas, en este, existe un compromiso explícito que obliga a los firmantes a asumir, solidariamente, las obligaciones de los demás en el caso de que estos las incumplan. Esto, obviamente, puede proporcionar seguridad adicional para el propietario, ya que tiene múltiples vías para recuperar los pagos atrasados (tantos como arrendatarios existan).
Por lo tanto, en estos casos, no existen conflictos a la hora de ver cómo se han de repartir las facturas de un piso compartido: en el contrato se especifica claramente qué porcentaje asumirá cada uno de los integrantes y, en el caso de que uno de ellos falle en el pago, todos los demás deberán satisfacerlo solidariamente.
Flexibilidad
Un contrato solidario, frente a uno convencional, es mucho menos flexible. En un acuerdo mancomunado, las partes tienen asignados unos importes de los que se hacen responsables y que han de abonar mes a mes. Por su parte, en los contratos de arrendamiento ordinarios, como sólo uno de los inquilinos suele aparecer como arrendatario, los importes y porcentajes que deben pagar todos los habitantes de un piso o casa pueden acordarse, modificarse y reestablecerse conforme se quiera.
Por ejemplo, si tres personas comparten piso y una de ellas se queda en el paro, es posible que las otras dos decidan tener un gesto con ella y reduzcan la cantidad a pagar de un tercio a un poco menos, quizá una cuarta parte de la renta, de manera que las dos restantes asumirían esa diferencia. Eso, en un contrato convencional es un acuerdo que se puede establecer sobre la marcha, mientras que en uno solidario no podría efectuarse de manera legal ya que, aunque podría llevarse a efecto (si una persona paga menos de lo que le corresponde, las otras dos abonarán la diferencia), quien pase a abonar una cantidad inferior a la estipulada, seguirá siendo a efectos oficiales, moroso, y, en consecuencia, podría resultar inscrito en un fichero de inquilinos morosos.
Ventajas y desventajas de un contrato solidario
Ahora que comprendemos las diferencias clave entre un contrato de alquiler solidario y un contrato convencional, exploremos las ventajas y desventajas de optar por un contrato solidario:
Ventajas de un contrato solidario:
- Mayor seguridad para el propietario. Los propietarios pueden sentirse más seguros al saber que tienen varias personas que se comprometen a ser solidariamente responsables del alquiler, ya que, evidentemente, esto aumenta las posibilidades de recibir el pago puntualmente.
- Facilita la vida en grupo. Para inquilinos que comparten un espacio, un contrato solidario simplifica la gestión financiera y legal. Todos comparten la responsabilidad de mantener el contrato.
- Flexibilidad en la elección de compañeros de alquiler. Al tratarse de importes más pequeños, los inquilinos tienen la libertad de elegir a sus compañeros de alquiler sin estar limitados por las diferencias en términos financieros o de historial de alquiler.
- División equitativa de responsabilidades. Los inquilinos pueden dividir las responsabilidades, como la limpieza o las facturas, de manera equitativa entre los ocupantes.
Desventajas de un contrato solidario:
- Responsabilidad compartida. Si un inquilino no cumple con sus obligaciones, los demás inquilinos deben asumir esa carga. Esto puede resultar en conflictos y tensiones entre los compañeros de alquiler.
- Restricciones en la elección de compañeros de alquiler. Los inquilinos pueden sentirse limitados al elegir compañeros de alquiler, ya que todos serán solidariamente responsables de cualquier incumplimiento.
- Dificultad en la terminación anticipada. Terminar un contrato solidario puede ser más complicado, ya que requiere el acuerdo de todos los inquilinos.
- Posibilidad de afectar a la liquidez de los miembros. Si un inquilino no cumple con sus obligaciones y los demás inquilinos deben cubrir el déficit, evidentemente, la liquidez de estos se verá afectada.
En qué situaciones resulta conveniente un contrato solidario frente a uno convencional
Cuando se decida compartir gastos en un grupo
Un contrato solidario es ideal cuando un grupo de personas, ya sea amigos, familiares o compañeros de trabajo, decide compartir un espacio de alquiler y tener las cuentas bien claras. El hecho de optar por este tipo de contrato implica que cada uno sepa cuánto ha de abonar cada mes e, inicialmente, exista una división equitativa entre los implicados en el contrato. Eso sí, todos han de saber que, si uno falla en sus obligaciones, el resto deberá respaldarlo legal y económicamente.
Estudiantes universitarios
Es, con diferencia, el ejemplo más habitual. Los estudiantes que residen en ciudades distintas de las de origen suelen compartir un piso con otros estudiantes que se encuentran en situaciones similares. Al decantarse por un contrato solidario, podrían acceder a pisos más económicos y, además, tener presentes sus responsabilidades en los pagos, sabiendo qué parte corresponde a cada uno y pudiendo, por tanto, exigir que todos cumplan con sus obligaciones.
Familias que desean flexibilidad
En determinadas situaciones familiares, un contrato de alquiler solidario entre padres e hijos puede ser una opción conveniente desde un punto de vista educativo y pedagógico. No es descartable utilizarlo como aprendizaje a la hora de facilitar la transición de los jóvenes hacia una independencia financiera sin la necesidad de un contrato convencional o de irse de casa y enfrentarse, de golpe y en soledad, a la realidad de la vida adulta.
Para dar seguridad adicional para el propietario
En el caso de varias personas que no se conocen entre sí (porque son estudiantes que acaban de llegar a la ciudad, profesores interinos o trabajadores que se acaban de incorporar a la sede de una empresa recién inaugurada), los propietarios pueden preferir contratos solidarios, pues no tendrán garantías sobre el tipo de convivencia que puede llegar a desarrollarse entre ellos o sobre la solvencia individual de cada uno. Este tipo de acuerdos les brinda una mayor seguridad en caso de incumplimientos, ya que pueden recurrir a cualquier inquilino solidario para cubrir las deudas.
Para garantizar una división equitativa de responsabilidades
En situaciones en las que los inquilinos desean compartir todas las responsabilidades además del pago de la renta (limpieza y mantenimiento, por ejemplo) y que, además, estas queden perfectamente claras para todos los integrantes del acuerdo, un contrato solidario puede ayudar a establecer reglas inequívocas, de forma que se garantice que todos contribuyan de manera equitativa.
Personas con pocos recursos económicos
En el caso de aquellas personas que tienen poca liquidez, es muy posible que alquilar un piso por su cuenta les resulte imposible. Aunque existen trucos para alquilar un inmueble sin tener nómina, la realidad es que pocos son los propietarios que se fían de arrendar una vivienda a alguien que no demuestra sobrada liquidez. Por eso, precisamente, acceder a este tipo de contratos, que representan un desembolso mucho menor, es una buena alternativa para las personas con pocos recursos. Sobre todo, porque el propietario tiene la garantía de que, si uno de ellos no abona la parte que le corresponde, el resto lo hará por él.